¿Separarse es una buena solución?*

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La vida, con el diario trajín, con facilidad produce falta de alegría, insatisfacción, frustración, desánimo, cansancio y aburrimiento. Las causas son múltiples –externas e internas– pero no es rara la tentación de atribuirlas casi en exclusiva al matrimonio (que también tiene su parte en el asunto, aunque no en exclusiva…).

Entonces, las dificultades en la relación de pareja recrudecen, se enfría el cariño, se conversa menos, se mete el pesimismo en la relación… y aparecen pequeñas crisis que aunque no sean graves, cansan… Entonces, puede ocurrir que comience a aparecer en la mente –como flashes– el pensamiento de separarse, como una liberación que traería la paz y tranquilidad que faltan.

Pero, este pensamiento agrava las cosas y engaña, ya que presenta como liberador algo que, en realidad, en la mayoría de los casos, posiblemente sea la peor solución, porque no soluciona nada: no arregla la relación sino que acaba por destruirla. Puede haber casos en que una separación temporal -y planteada así, como temporal, para tomar aire y perspectiva- pueda ayudar a mejorar alguna relación matrimonial, pero en la mayoría de los casos, la empeora o rompe definitivamente.

Es obvio que hay casos en los que no queda más que la separación. De todos modos, quien escribe estas líneas está convencido que en muchísimos casos no es el mejor remedio, ya que los motivos que empujan a hacerlo pueden superarse –y los cónyuges tienen muchos motivos para hacerlo–: con creatividad, paciencia y generosidad se pueden resolver muchísimos problemas, diferencias, incomprensiones, arideces, enojos, hartazgos, etc.; puede renacer el amor y ser felices.

Por las dudas, aclaro que está bien lejos de mi intención proponer una política de aguante: pienso que aguantar suele ser de las peores políticas (aunque a veces, aguantar alguna cosa, por un tiempo, puede resultar muy buena política, siempre que no sea incondicional, sea medida, hablada…, y con metas concretas…).

Estoy convencido –basado en la experiencia de muchos años escuchando gente casada– que dos personas medianamente buenas y razonables, que se han casado por amor, son capaces de vivir juntas y ser más felices juntas que separadas. Aunque tendrán que encontrar la forma, los modos, los estilos, etc., que les permitan minimizar las diferencias y maximizar lo positivo que tienen. Entre otras cosas porque no hay marcha atrás: la separación no los devuelve al momento previo a casarse, porque rompe una unión que es parte de su biografía, y no pueden no romperse también ellos (es el ejemplo de dos estatuitas pegadas, que al separarse, cada un queda con parte del otro…) y los hijos.

Suele suceder que la separación saca lo peor de cada uno respecto al otro y produce una espiral de crítica y enojo hacia el otro cónyuge, al que se acaba viendo como causante de todos mis males (cosa que raramente es cierta).

Cuando uno lo está pasando mal, la primera reacción es el deseo de salir cuanto antes de la situación que le produce stress, dolor, incomodidad, etc. Pero corre el peligro de pasar a una situación peor que la anterior. A veces el remedio puede ser peor que la enfermedad. Y antes, habría que buscar -juntos- soluciones, que las hay muchas.

Consecuencias de la separación

Como, de hecho, casi siempre, la madre queda viviendo con los hijos, se deja -de hecho, en el día a día- a los hijos huérfanos de padre. Y se carga a la madre con todo el cuidado diario de los hijos (ya no se reparten las tareas).

Se priva al marido y padre de su propia casa (debe irse a vivir a otro lugar) y su familia (ya no puede vivir con sus hijos). Ya no podrá ver a sus hijos crecer en el día a día, compartir las comidas, emociones y dolores… Su participación en la educación de los hijos será muy esporádica. Se convertirá para ellos en un visitante o cuidador de fin de semana, una especie de extraño muy cercano…

Además se lo condena a la soledad (a vivir solo) o a que busque otra pareja…: que una mujer «eche» al marido de casa, salvo casos de malos tratos, violencia, peligro, infidelidad sistemática…, me parece cruel.

No habrá más vacaciones juntos… para el padre y los hijos es duro.

Y cuando el padre está con los hijos, se da la extraña sensación para la madre de que se trata de una liberación (porque habitualmente ella debe hacerse cargo de todo), como si los hijos fueran un problema.

Normalmente el efecto económico de la separación es notable para todos. Y fuente de muchos nuevos problemas: como es lógico, mantener dos casas es mucho más caro que mantener una, y esto hace que la situación económica decaiga, y se aumenten las tensiones por el dinero.

Los problemas de comunicación se mejoran con comunicación, no rompiendo la comunicación.

Las molestias que provocan formas de ser o defectos del cónyuge, se solucionan con entrega de ambas partes… el amor es capaz de hacer amable algo que molesta.

Si me molestan cosas de mi cónyuge no será poniendo distancia o con pequeñas venganzas cómo lo ayude a cambiar y contribuya a mejorar la relación…

Los problemas de las relaciones se mejorar de muchas maneras, pero romper la relación no la mejora, sino que la acaba de destruir.

Quizá lo primero y más importante sea fomentar la esperanza. Cuando desaparece la esperanza, se acaban las fuerzas, la motivación, todo se hace más difícil, más pesado, más oscuro. Aparece la tibieza, el desánimo, el victimismo… Sin esperanza se hace muy duro vivir. Pero el principal problema… no son los problemas, las dificultades, los obstáculos… es esa falta de esperanza, que agobia, cansa y quita las fuerzas.

Siempre cabe la esperanza. Es una decisión nuestra. Y para un cristiano, además, es extensión de la fe. Nunca hay que dar todo por perdido o por irrecuperable. Con la gracia de Dios, todo es posible.

Y necesitan ayuda. Cuando la relación se empantana… es como una camioneta que se empantana en el barro… cuando más acelera, más se hunde. Necesita que venga un tractor que la saque arrastrando… Y esa camioneta, incapaz de salir con sus propias ruedas, con ayuda sale y sigue su ruta como antes… Necesitan ayuda espiritual y de orientación familiar; y, con frecuencia, también psiquiátrica y psicológica, porque hay defectos de carácter que necesitan para superarse ayuda de terapia y pastillas.

En el próximo artículo, analizaremos algunas soluciones reales a los problemas, soluciones que no crean más problemas de los que querían resolver…

P. Eduardo Volpacchio
Córdoba, 19 de octubre de 2019

*En este artículo me refiero a matrimonios, es decir a un hombre y una mujer que han unido sus vidas en un proyecto de vida común, de cara a los hijos, formando una comunidad de vida y amor estable. Obviamente excluyo noviazgos –que es razonable que se rompan cuando no funcionan–, matrimonios presumiblemente nulos, parejas de hecho, etc.

Para bajar el artículo en Word: Separarse no es una buena solución

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