EUTANSIA: ¿DERECHO O DESHUMANIZACIÓN?

Para bajar este artículo en Word: descarga

Ante la eutanasia me surgen varias preguntas, que en el fondo son la misma: ¿es un beneficio para la sociedad o una trampa perjudicial para ella?

Más allá de las intenciones de quienes la promueven, ¿es un bien para la persona y la sociedad o un mal?

¿Es un derecho a morir o abandono a del que sufre? 

¿Es un derecho humano o un antiderecho?

¿Significa un progreso o una regresión? Con a eutanasia ¿ganamos o perdemos?

En este artículo queremos analizar si ese deseo de una persona da lugar a un auténtico derecho que el Estado y la sociedad deberían garantizar y “ejecutar”, o si debería ser canalizado por otro lado…

Hay gente que desea morir. La pregunta es hasta qué punto ese deseo debe ser garantizado por el Estado mediante una ley que legalice la eutanasia.

En una sociedad democrática es importante tener en cuenta los deseos de las personas, su autonomía y su libertad.

Pero el problema aparece cuando, ese deseo entra en colisión con valores que están en los fundamentos de la vida social, impone obligaciones legales a terceros, tiene gravísimos problemas de implementación, riesgos demasiado grandes, ejerce una presión injusta sobre muchos ciudadanos, etc.

Cuando son tantos los problemas y tan negativas las consecuencias que plantea este proyecto de ley, debemos preguntarnos: ¿se puede dar al deseo de una persona sobre su vida semejante poder sobre la vida social?

Cómo está la cuestión en el mundo

La razonabilidad de una ley no depende del número de países que la aceptan, pero no es un tema menor, comprobar que son pocos países han legalizado la eutanasia. Sólo siete de modo total y otros dos en algunos de sus estados: Países Bajos, Bélgica, Colombia (2014), Canadá (2016), España (marzo 2021), Nueva Zelanda (diciembre 2021), Uruguay (2022), algunos estados de Australia y en los Estados de California, Oregón, Washington y Vermont de los Estados Unidos.

Es decir que en sólo siete países es legal la eutanasia activa (acción positiva para matar).

Precisiones conceptuales

Una de las complejidades del tema es la gran variedad de significados que podemos atribuir al término eutanasia. La consideración moral depende de qué entendamos por este término.

Así, deberíamos precisar de qué se trata. Porque no pocas personas que apoyan la eutanasia basadas en el deseo de evitar sufrimientos extremos, dejarían de apoyarla si consideraran la cuestión a fondo y tomaran conciencia de lo que está en juego en el asunto.

Eutanasia propiamente dicha es toda acción u omisión que provoca directamente la muerte de una persona, ya sea por motivos de “piedad” (para que no sufra) o para satisfacer sus deseos de morir.

No se debe confundir la eutanasia con la renuncia por parte del paciente a tratamientos desproporcionados. Algo que es totalmente lícito: no es eutanasia rechazar tratamientos médicos penosos y caros, que solo alargarían una vida que se va apagando…

Rechazar la eutanasia no supone querer prolongar la vida artificialmente: está lejos de lo que se llama “ensañamiento terapéutico”.

Todos estamos de acuerdo de que es importante disminuir el sufrimiento de los enfermos, de que debemos poner los medios a nuestro alcance para suavizar el sufrimiento que llevan consigo las enfermedades incurables y hacer más humano el final de la vida.

Lo que se discute, cuando hablamos de eutanasia, es el derecho del paciente a reclamar la propia muerte, y el consiguiente deber de la sociedad de matar a quien pide que se dé fin a su vida.

También deberíamos precisar qué entendemos por muerte digna, algo que todos deseamos para todo el mundo y a lo que sería absurdo oponerse. Pero sería muy injusto usar este término como sinónimo de eutanasia, ya que -por contraposición– implicaría calificar de muerte indigna la muerte natural…

Cuando hablamos de decidir cómo morir, también deberíamos precisarlo. ¿Quién no quisiera morir en su casa, acompañado por su familia, con asistencia espiritual, habiendo resuelto todos los temas pendientes…? Pero no toda decisión acerca de cómo morir, es igualmente valiosa…

Distintas justificaciones

En el último siglo ha habido una evolución en la consideración y justificación de la eutanasia.

En tiempos pasados se promovía la eutanasia por motivos eugenésicos –así la practicó el nazismo–.

Más adelante se intentó validarla como un acto de piedad hacia quien padecía sufrimientos insoportables.

En la actualidad, los casos de eutanasia «por piedad» son cada vez más excepcionales, pues la medicina paliativa ha conseguido liberar al enfermo terminal de los sufrimientos más agudos e insoportables, para garantizar una muerte digna. Por eso, el homicidio «piadoso» ha sido sustituido por otra fórmula eutanásica, el suicidio asistido.

En nuestros días, se la fundamenta en la autonomía personal de decidir qué hacer con la propia vida.

«El puesto de la piedad, como motivo emocional de la acción eutanásica, ha sido ocupado por una motivación que no tiene nada de compasiva ni de emotiva, sino que es fríamente racional: el respeto, hasta el límite de la sumisión, ante la voluntad suicida del paciente. Detrás de la eutanasia por compasión está el fantasma del sufrimiento del paciente. Detrás de la eutanasia como suicidio asistido existe el espectro de un pretendido nuevo derecho humano a la autodeterminación, un derecho supremo, incuestionable».[1]

Así, la defensa del suicidio asistido se apoya hoy explícitamente en ética de la autonomía: cada uno sería libre de decidir qué hacer con su vida, y los demás no deberían oponerse a sus decisiones. Si una persona padece un sufrimiento que considera insoportable y desea acabar con su vida, ¿quién tiene derecho a impedírselo?

La ética de la autonomía absoluta ha suprimido los valores absolutos. Sólo queda uno: el único absoluto es mi deseo personal. Y todos deben someterse, incluso están obligados a matarme si fuera mi deseo…

Lo que está en juego no es “prohibir” el suicidio (cosa prácticamente imposible, ya es muy difícil evitar que una persona se suicide) sino la supuesta “obligación” de la sociedad a realizar su deseo quitándole la vida (es decir, matándolo, ya no existe otro nombre para la acción de quitarle la vida).

Está en juego que la ley y la profesión médica reconozcan este derecho y tengan que hacerse cargo del “suicidio”, lo que resulta una falacia: se les pide que cumplan la orden a matar a alguien. El hecho de que quien dé la orden de matar y la víctima sean la misma persona, no cambia la esencia de la cuestión. También implica cambiar la presunción de la ley, que está siempre a favor de defender la vida de las personas.

Aquí presento doce motivos muy importantes para por los que no es razonable la legalización de la eutanasia.

1.     Legisla contra el derecho fundamental a la vida

Una ley de eutanasia sería una ley profundamente injusta porque haría que el Estado dejara de ser garante de la vida de todas las personas, y se convertiría en garante y/o ejecutor de la muerte de algunos de sus ciudadanos. El hecho de que haya quienes deseen morir, no basta para que le Estado garantice el cumplimiento de este deseo.

La legalización de la eutanasia realizaría en la legislación y en la concepción de la sociedad un cambio radical en el modo de considerar el hecho de quitar la vida a un semejante. Matar a un semejante –al menos en algunos casos– dejaría de ser un mal, para convertirse en un bien, incluso en una obligación de la sociedad.

No se trata solo de que una persona quiera morir, que quiera suicidarse. Reclama que la sociedad que realice ese deseo y le quite la vida.

Esto pone patas para arriba todo el sistema jurídico: quitar la vida pasaría a ser un acto virtuoso y una obligación.

Por otro lado, se debe tener en cuenta que una persona que desea morir, normalmente se encuentra en un estado de vulnerabilidad que está la causa de ese deseo. Necesita contención, asistencia, compañía…, lo que menos necesita es que le validen ese deseo de autodestrucción. El Estado debe garantizar la ayuda a los más débiles y vulnerables.

Además, supondría desconocer la dignidad humana y la igualdad ante la ley. «Clasificar a un subgrupo de personas como legalmente elegibles para acabar con su vida viola la promesa del Estado de igualdad ante la ley y muestra una absoluta falta de respeto e insensibilidad por los que cuyas vidas no se consideran ya “dignas de vivir”, en particular, los ancianos débiles, los enfermos psiquiátricos o los discapacitados»[2].

Morir no es un bien y vivir no es un mal. Y lo contrario no debería ser aceptado por el Derecho.

Los enfermos activistas de la eutanasia son muy pocos. No parece que sentido cambiar la legislación de todo un país para complacer a una minoría que reclama ser “suicidada”, exponiendo a la mayoría de personas vulnerables a tantos riesgos como esta ley lleva consigo.

2.     El “deseo” de morir no es medible, regulable… No se puede legislar la vida de una persona en base a un deseo.

La causa motivante del hecho eutanásico es el deseo de un ciudadano de morir.

Una persona puede querer morirse por muchos motivos.

Solamente considerar, cuántas veces una persona –ante hechos adversos, errores serios…– dice “me quiero morir” sin ninguna intención de querer morirse o que lo maten, como expresión de frustración, de disgusto o de dolor…, hace pensar que eso de querer morirse tiene muchos matices…

En ese caso, el Estado legislaría qué motivos harían válido y atendible ese deseo y cuáles no; qué deseo daría pie a un derecho y cuál no.

Al principio se exigen sufrimientos debidos a enfermedades incurables y terminales. Poco a poco, se va cediendo a sufrimientos intolerables, con toda la carga subjetiva que el término lleva consigo. ¿Es acaso medible qué resulta insoportable para una persona como para pedir morir?

Habría que tener en cuenta, además, que detrás del deseo de morir, en principio, hay algún tipo de depresión. De hecho, por ejemplo, a las personas que enfrentan un tratamiento para el cáncer, se les ofrece ayuda psicológica, para encarar las dificultades que tienen por delante.

Estamos hablando de personas en una situación de vulnerabilidad por el dolor y la perspectiva de muerte. Personas a las que la enfermedad puede llevarlas a sufrir depresión.

Legislar la eutanasia significaría afirmar que la depresión en algunos casos es una enfermedad que requiere tratamiento, búsqueda de su superación; mientras que en otros casos es causal de un “derecho” a la eutanasia.

Además, como todo deseo, es una experiencia perteneciente al campo de la emotividad, que por definición es inestable y cambiante. Que el derecho a la vida dependa de un deseo es, al menos, muy peligroso.

Y menos todavía que un deseo sea fuente de otro derecho, un supuesto derecho a hacerse morir.

3.     Se daría carta de ciudadanía al suicidio, grave problema de nuestro tiempo

Como decíamos más arriba, la eutanasia ha cambiado de planteo. Hoy, en realidad se trata de suicidio asistido, eufemismo con el que se designa el hecho de ser ejecutor de la voluntad suicida.

La eutanasia como se la propone hoy, supone la exaltación de la autonomía personal hasta el extremo de la autodestrucción.

No podemos olvidar que el suicidio es un problema: hay 700.000 suicidios en el mundo, una de cada cien muertes. Es la segunda causa de muerte en los jóvenes (se triplicaron en los últimos 30 años). De hecho, la OMS ha dado orientaciones para ayudar a los países a prevenirlo.

La legalización de la eutanasia es incompatible con las campañas para prevenir suicidios: ¿cómo explicar que hay suicidios buenos y suicidios malos? ¿Cómo distinguirlos?

4.     La eutanasia es irreversible… Una vez quitada la vida, no hay marcha atrás.

Con una pizca de humor negro, se podría decir: pidió morir… ¿y si se arrepiente? ¿qué hacemos?

No podemos ignorar que el ser humano ante un peligro experimenta miedo; con facilidad imagina cómo será vivir algo negativo que le puede suceder y piensa que no podrá soportarlo… Y cuando la situación se presenta experimenta que sí, que puede soportarlo. La diferencia es que ante un temor imaginado, no tenemos las reservas psicológicas necesarias para enfrentarlo; mientras que en la situación real, sí que las tenemos.

No pocas veces sucede que la voluntad eutanásica ha sido pronunciada en circunstancias distintas a las que atraviesa el paciente en el momento presente, habría que ver cómo se garantiza la actualidad de esa voluntad de ser eliminado. Los cristianos, por otro lado, sabemos que esto se debe –además de a reacciones tendenciales y a recursos psicológicos– , a que Dios nos concede su gracia cuando la necesitamos, no antes: no cuando con nuestra imaginación nos ponemos en una situación extrema, sino cuando verdaderamente la enfrentamos.

Siempre se ha dicho que la petición de la muerte en un enfermo es una llamada de atención: lo que pide es cariño y cuidado. De hecho, las personas que desean morir, cuanto se sienten acogidas, acompañadas y se les ayuda a disminuir sus sufrimientos, abandonan ese deseo de morir.

5.     La legalización de la eutanasia abriría la puerta a muchas injusticias.

La primera injusticia es la practicar la eutanasia a quien no la ha pedido.

La Comisión de Derechos Humanos de la Unión Europea este año 2022 condenó a Bélgica por caso de una mujer que había recibido la eutanasia sin su consentimiento. El caso se llevó adelante por el reclamo de un hijo suyo, que se encontró con que su madre –enferma de depresión– había sido eutanasiada.

Ha sucedido más de una vez el caso de enfermeras que matan pacientes para estar más tranquilas…

 “Un informe del Canadian Medical Association Journal, 120 enfermeras belgas (el 49 por ciento de un total de 248 encuestadas) admitieron haber aplicado la eutanasia sin petición del paciente”[3].

Otro tema no menor, es la posibilidad de realizar crímenes encubiertos bajo la figura de la eutanasia. No hay manera de controlar el tema.

Pensemos en eutanasias realizadas para recibir herencias, como venganza, hartazgo ante un familiar enfermo…, cansancio del personal sanitario…

En Bélgica, y no es difícil pensar que sucede lo mismo en otros sitios, “parte del problema es que las prácticas eutanásicas carecen de control, pues en la mitad de las actuaciones no se cumplen los requisitos legales. En la práctica nadie controla la impunidad de la decisión de los médicos. Concretamente, como se desprende del análisis de los certificados de defunción, hasta el 50 por ciento de los actos no son declarados como eutanasia.”[4]

6.     La eutanasia da la sociedad un mensaje terrible: hay vidas que no merecen la pena ser vividas.

La ley tiene una dimensión pedagógica: siempre da un mensaje.

El mensaje que da la eutanasia es que, ante la enfermedad, los problemas, las crisis… la vida pierde sentido, no merece ser vivida. Y entonces, la opción de la autodestrucción para “dejar de sufrir” no sólo es válida, sino un auténtico derecho.

El mensaje a la sociedad es que hay vidas que carecen de dignidad, que no merecen ser vividas, cuyo derecho a la vida no es tutelable.

Así se promueve un antivalor muy grande.

El suicidio asistido legal dice a los mayores o discapacitados son una carga. En diciembre de 2022, ha salido a la luz el siguiente caso: “Tras cinco años pidiendo una silla salvaescaleras, Christine Gauthier, una exmilitar y exatleta paralímpica canadiense, ha denunciado que el Departamento de Asuntos de Veteranos le ofreció aplicarle la eutanasia.”[5]

La eutanasia es manifestación del gran problema de la falta de sentido. En este caso, el sentido del dolor, la limitación, la vulnerabilidad y de la muerte. Es síntoma de una sociedad que teme al dolor y huye a cualquier precio del sufrimiento. Que prefiere morir antes que verse en esas circunstancias. Que valora la vida solamente en cuanto portadora de placer y satisfacción. 

El sentido de la vida, exige el valor del dolor, del sufrimiento, de la vulnerabilidad, dimensiones inevitables de la existencia. Tienen una función en la maduración humana, que nadie debería ignorar.

Necesitamos darles sentido, mostrar que no es un mal absoluto, y la eutanasia enseña lo contrario.

La humanidad debería resistirse a pensar que la única manera de eliminar el sufrimiento sea eliminar a quienes sufren.

El mensaje que la ley debería transmitir es que morir no es un bien y que vivir no es un mal.

Por esto, mina una de las bases de la ética: nunca hay motivo para la eliminación directa de un ser humano; y el interés social exige que nadie ejecute a otro…

Hay muchas formar de piedad, pero entre ellas no figura el asesinato.

7.     Pervierte la relación médico-paciente

La eutanasia corrompe la práctica de la medicina y la relación médico-paciente usando su «saber para curar» como «técnicas para matar».

La relación médico-paciente está basada en una confianza muy grande. El paciente confía en la buena voluntad de su médico. En su intención de curarlo. Pretender hacer al médico “cómplice” de su suicidio (más precisamente, deberíamos decir ejecutor), trastocaría totalmente esta relación.

Cuando no se puede curar, siempre se puede cuidar, acompañar, sostener, animar…

Facilita en los médicos una minusvaloración del valor de la vida y de sus esfuerzos por sacar adelante a sus pacientes. “Los estudios señalan que solo el 5 por ciento de las peticiones de eutanasia es rechazado, lo que indica que muy raramente los médicos rechazan la eutanasia cuando se les pide. Este dato indica el efecto transformador que supone la legalización de la eutanasia sobre la conducta médica”[6].

Además, viendo que en países donde se ha legalizado la eutanasia –como es el caso de Bélgica– un alto porcentajes de los hechos eutanásicos no han sido solicitados por el paciente, crea una sensación de desconfianza y miedo para parte de ancianos y enfermos. De hecho, en algunos países de Europa hay pacientes que van a operarse a otros países que consideran más “seguros” para su vida…

De hecho, hay un gran rechazo por parte de las sociedades médicas hacia la eutanasia. La Asociación Médica Mundial ha declarado en 2019: “La AMM reitera su fuerte compromiso con los principios de la ética médica y con que se debe mantener el máximo respeto por la vida humana. Por lo tanto, la AMM se opone firmemente a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica”[7].

En Argentina, la Academia Nacional de Medicina también se ha manifestado contraria a su legalización. [8]

Todavía más gravedad encierra el hecho de que en algunas legislaciones aprobadas se atenta contra la objeción de conciencia de los agentes sanitarios y las instituciones hospitalarias, asilos de ancianos, etc. Es el caso de España y de los proyectos de ley que se presentaron en Argentina.

8.     Ejerce una presión psicológica cruel para los enfermos crónicos, terminales, discapacitados…

Es natural que un enfermo sienta bajar su autoestima por las limitaciones que sufre. Por eso necesita ayuda, consuelo, acompañamiento, contención… Lo que menos necesita es que les fomentemos el deseo de morir.

Por esto una ley de eutanasia expone sobre todo a los débiles y vulnerables.

¿Cuál es nuestra visión de las personas enfermas, discapacitadas, limitadas, ancianas…?

En general, a nivel teórico, una sociedad que se considera a sí misma humana, reconoce su dignidad y valor, exige su no discriminación, su inclusión social, valora la solidaridad con ellos, su cuidado, atención y acogida.

La relación con el dolor y con los enfermos es un test de la calidad humana de la persona; y nos humaniza.

El problema se presente cuando esta visión tan humanista, comprensiva y valiosa no se corresponde con la realidad. Cuando este lindo discurso, en la práctica se llena de hipocresía.

Es un hecho que el cuidado de los enfermos, personas discapacitadas, ancianos, etc., exige atención a veces permanente, es muy costoso económicamente, requiere sacrificios de la familia y del personal sanitario, cansa…

Este hecho es evidente también para quienes reciben esas atenciones. Esto y el amor que tiene a los suyos, hace que con frecuencia se sientan tentados a sentirse como una carga, un peso para los demás. Es muy importante qué respuesta damos a este sentimiento que empuja a la baja autoestima y a la minusvaloración del valor de la propia vida.

La legalización de la eutanasia confirma este sentimiento y justifica –y hasta promueve– el deseo de morir. Es casi una invitación… y no casi. El testimonio de Jordi Sabaté Pons es revelador de esta presión para que los pacientes pidan la eutanasia.[9]

En este sentido resulta un atentado a la dignidad de los enfermos.

Es muy claro al respecto, el Documento de la Conferencia Episcopal Española sobre el tema:

«La aceptación social y legal de la eutanasia generaría, de hecho, una situación intolerable de presión moral institucionalizada sobre los ancianos, los discapacitados o incapacitados y sobre todos aquellos que, por un motivo u otro, pudieran sentirse como una carga para sus familiares o para la sociedad. Ante el “ejemplo” de otros a quienes se les hubiera aplicado la eutanasia de modo voluntario y reconocido, ¿cómo no iban a pensar estas personas si no tendrían también ellas la “obligación” moral de pedir ser eliminadas para dejar de ser gravosas? Esta consecuencia inevitable de una hipotética despenalización de la eutanasia significaría introducir en las relaciones humanas un factor más en favor del dominio injusto de los más fuertes y del desprecio de las personas más necesitadas de cuidado. Nadie debe ser inducido a pensar, bajo ningún pretexto, que es menos digno y valioso que los demás. La atención esmerada y cuidadosa de los más débiles es precisamente lo que dignifica a los más fuertes y timbre de verdadero progreso moral y social».[10]

9.     Afecta profundamente las relaciones familiares.

Cuando se habla de eutanasia se suele dejar de lado a la familia. El amor familiar es incondicional y va mucho más allá de sus limitaciones y los cuidados que exige su atención. ¿Quién puede querer la muerte de sus seres queridos?

La familia es la base del tejido social, precisamente por este amor incondicional. Es especialmente importante en los “extremos” de la vida: su comienzo y su recta final. No es este el lugar para hacer una apología de la familia, pero sí de subrayar su importancia social, especialmente en los momentos malos y dolorosos.

¿La familia no tiene nada que decir respecto a la vida de un ser querido? Varias veces hemos visto en los medios –en particular en Reino Unido– a padres luchando para que no eutanasien a sus hijos.

El cuidado de los enfermos nos humaniza. La familia y la sociedad los necesita para no deshumanizarse. 

10.  Se disminuyen los cuidados paliativos.

El problema no es la falta de eutanasia, sino la falta de cuidados paliativos.

“En el mundo, sólo un 12% de las personas que requieren cuidados paliativos acceden a ellos. En la Argentina, el porcentaje es aún menor: estimaciones de la Asociación Argentina de Medicina y Cuidados Paliativos (AAMyCP) muestran que en el país el acceso es menor al 5 por ciento”[11].

La respuesta humana a la eutanasia son los cuidados paliativos, a los que todos deberían tener acceso. Ellos hacen que la “excusa” del sufrimiento intolerable, ya casi no tenga sentido. Además, muchos pacientes mueren sedados, sin dolor ni angustia, acompañados del cariño de sus seres queridos.

Las personas con enfermedades terminales no han de sentirse una carga para su familia o para la sociedad, sino que deberían estar rodeados de un ambiente de amor y cuidados, donde se les valore y se les haga sentir cómodos. Los centros de cuidados paliativos atienden las necesidades de los enfermos terminales mucho mejor que en los hospitales, que no están preparados para los que ya no necesitan tratamiento; los hospitales «curan», los centros para enfermos terminales «cuidan».

Merecemos envejecer en una sociedad que vea los cuidados que necesitamos con una compasión basada en el respeto, y sepa ofrecernos un apoyo auténtico en nuestros últimos días. Esto es lo que hoy está en juego. De las elecciones que tomemos ahora entre todos dependerá si dejaremos a las generaciones futuras una sociedad solidaria. Podemos ayudar a construir un mundo en el que el amor sea más fuerte que la muerte. [12]

Esto sí que es un derecho: morir en paz, cuidados, no ser descartados por la sociedad.

Y este derecho con frecuencia es negado.

Es un hecho comprobado que allí donde se legaliza la eutanasia, disminuye la promoción de los cuidados paliativos. Es lógico que así suceda. Entre eutanasia y cuidados paliativos, es fácil que prime la mentalidad economicista: es mucho más barata la eutanasia… Esto ha sucedido, por ejemplo, en Bélgica, donde se prometió que la legalización de la eutanasia iría acompañada por mejoras de los cuidados paliativos. Cosa que no sucedió.

11.  No se investiga en enfermedades incurables.

En los países que eliminan –ya sea por el aborto o la eutanasia– a las personas consideradas deficientes o que no cumplen ciertos estándares de calidad…, se abandonan esos campos de investigación, porque dejan de ser necesarios: si se elimina a los que sufren esas enfermedades carece de sentido buscar curación, sus causas, prevención, etc.

Islandia, por ejemplo, se precia de que aborta el 100% de las personas con Síndrome de Down. Obviamente no existirán investigaciones en ese campo.

Una conocida mía lo vivió en Europa, cuando estaba embarazada de su tercera hija. Le diagnosticaron un síndrome rarísimo. La asustaron y presionaron para que abortase. La niña nació mucho más sana de lo que lo pronosticado. El único que no la presionaba para abortar era el genetista… ilusionado en poder estudiar un caso real…

12.  La legalización de la eutanasia siempre produce una banalización del suicidio: se la suele legalizar para casos extremos, incurables, terminales, y continúa con un tobogán descendiente de ampliación de casos, porque contribuye a crear una mentalidad de menosprecio de la vida que no da satisfacciones.

El reconocimiento de un supuesto derecho a morir –al suicidio asistido– lleva a que se justifique, cada vez, por motivos más banales.

De hecho, se ha aplicado la eutanasia por el sólo hecho del cansancio de vivir.

Y, quizá llegando casi al extremo, Canadá ha aprobado la eutanasia para pacientes con depresión o con problemas económicos. Es decir, que las dificultades económicas, los traspiés en los negocios, a partir de ahora, te darán derecho a la eutanasia…

Una vez que el suicidio es legal y éticamente aceptable, se declara un supuesto derecho al suicidio; entonces, no hay argumentos para limitarlo.

La ampliación de casos no tiene límite: si es un bien, un derecho, ¿por qué limitarlo a algunos?

Es de hecho lo que ha sucedido en los países que han legalizado la eutanasia, en ellos se verifica:

  1. Un aumento sistemático de casos año tras año.
  2. Se amplía a la discapacidad. En clara contraposición con la supuesta cultura de la inclusión para personas discapacitadas, se les da el mensaje que su vida no tiene suficiente calidad de vida para que merezca ser vivida.
  3. A las enfermedades mentales. Tanto psiquiátricas, como psicológicas. Se ha aplicado la eutanasia a una chica que sufría depresión por un abuso sexual sufrido.
  4. Se legaliza la eutanasia de menores, contra el parecer de las Asociaciones de Pediatras, que afirman que los niños no piden la eutanasia.
  5. En Suiza se ha llegado a eutanasiar por “cansancio” de vivir, a personas sin enfermedades graves.
  6. En Bélgica se ha practicado la eutanasia a un preso; y, a partir de allí, son muchos los que lo piden. Evidentemente, si una persona considera que su vida en la cárcel no es digna de ser vivida… ¿con qué argumento se le va a negar su “derecho” a morir?
  7. En Canadá se ha “concedido” la eutanasia a una mujer que por su enfermedad reclamaba una vivienda donde los efectos de la enfermedad fueran más llevaderos. Después de años de pobreza, sin conseguirlo, argumentó que su única salida era la eutanasia. Lo mismo ha sucedido recientemente con un homeless.

Conclusión

Una cosa es el deseo de morir… Y otra cosa es la eliminación de quien tiene ese deseo.

Una cosa es comprender a una persona angustiada o desesperada, sus miedos, cansancio de vivir… y otra alentarla al suicidio, por haberlo convertido en un “derecho”.

Una cosa es no poder evitar el suicidio de una persona y otra muy distinta ocuparse de llevarlo a la práctica.

No hablamos de “prohibir” el suicidio –algo inaplicable– sino de obligar a médicos a matar a quien desea morir…

Una cosa es buscar disminuir y eliminar el sufrimiento y otra muy distinta eliminar a los que sufren…

La legislación debe velar por el bien común, no es razonable legislar para una minoría gravando con consecuencias tan serias a toda la sociedad.

Por eso:

No promocionemos la muerte.
No obliguemos a los médicos a matar.
No presionemos a enfermos y personas vulnerables
Cuidemos, no matemos.

Qué respuesta positiva dar a los pedidos de eutanasia

  1. Cuidado y acompañamiento: cuidados paliativos.
  2. Aliviar el dolor
  3. Sedación final cuando sea necesaria.
  4. Ayudar a descubrir el sentido de la vida, del dolor y de la muerte.
  5. Promover la ayuda a los moribundos y a sus familias.
  6. Facilitar la colaboración de agentes pastorales y de profesionales sanitarios, capacitados para acompañar a tener una buena muerte a los enfermos terminales.

Algunos sitios de referencia:

Prudencia (Uruguay): https://www.prudenciauy.org.uy/

BioeticaWeb: https://www.bioeticaweb.com/

BioeticaWiki: https://www.bioeticawiki.com/Portada

Observatorio de Bioética: https://www.observatoriobioetica.org/

Eduardo Volpacchio
Mendoza, 16 de diciembre de 2022


[1] Del homicidio “por compasión” al suicidio asistido, ACEPRENSA, 23/5/2013.

[2] Ryan T. Anderson, investigador de la Heritage Foundation, citado en Austen Ivereigh, Yago de la Cierva, Jack Valero , Cómo defender la fe sin levantar la voz, Palabra, Madrid 2018, 7ª edición, p. 296.

[3] Como defender la fe sin levantar la voz cit., p. 301.

[4] Ibidem.

[5] https://www.abc.es/sociedad/pide-silla-salvaescaleras-ofrecen-eutanasia-testimonio-exatleta-20221205124053-nt.html.

[6] Como defender a la fe… cit, p. 302.

[7] https://www.wma.net/es/policies-post/declaracion-sobre-la-eutanasia-y-suicidio-con-ayuda-medica/. Y ha renovado su Declaración en la 73ª Asamblea General de la AMM, Berlín, Alemania, octubre 2022

[8] La Academia Nacional de Medicina de la República Argentina publicó en 16 de noviembre de 2022 una declaración sobre el tema: https://www.pallium.com.ar/anm-eutanasia/.

[9] https://twitter.com/pons_sabate/status/1458401952379899904.

[10] Conferencia Episcopal Española, La eutanasia: 100 Cuestiones y respuestas. La eutanasia es inmoral y antisocial, n. 14.

[11] https://www.infobae.com/sociedad/2022/07/06/diputados-sanciono-la-ley-nacional-de-cuidados-paliativos-para-pacientes-y-familiares/

[12] Austen Ivereigh, Yago de la Cierva, Jack Valero , Cómo defender la fe sin levantar la voz, Palabra, Madrid 2018, 7ª edición, p. 291.

Anuncio publicitario