La Eucaristía lo concentra todo

El Triduo Pascual es el centro de la historia. Jesús se entrega y obtiene la salvación: salva la historia de punta a punta, y abre la puertas a la gloria meta histórica. Todo en tres días, los tres días más importantes de la historia, pero que redimen al resto de la historia, en la medida que se hacen presente en toda ella.

Por eso los tres días son centrales: la Última Cena, la pasión y muerte en la cruz, la resurrección. Los tres unidos en un único hecho salvífico.

Juan Pablo II nos dejó, poco antes de morir, su última encíclica: Ecclesia de Eucaristía. En su anteúltimo Jueves Santo. Algunas citas breves del principio nos ayudan a para meternos en el misterio. 

La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. (…)

Los Apóstoles que participaron en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de los labios de Cristo? Quizás no. 

¿Cuánto nos enteramos de lo que vivimos? Qué pena que hoy –y antes también…–, la mayoría de los católicos tampoco la entiendan. No saben qué pasa, para qué la viven, para qué “van” a Misa… sí, porque solo van… están físicamente, pero no acaban de entrar en el misterio…

Aquellas palabras se habrían aclarado plenamente sólo al final del Triduum sacrum, es decir, el lapso que va de la tarde del jueves hasta la mañana del domingo. En esos días se enmarca el mysterium paschale; en ellos se inscribe también el mysterium eucharisticum. (…)

La Eucaristía solo se entiende integrada en el Triduo Pascual.

Celebrar la Misa el Jueves Santo, la Misa in coena Domini, es algo especial. Es la misma Misa, pero es la primera. Aquí con el corazón en el Cenáculo, estamos reviviendo el big bang de la salvación del mundo. La explosión de la que sale todo lo que Dios quiere para el mundo. De donde brotan los nuevos cielos y la nueva tierra, las nuevas personas que estamos destinados a ser.

Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. (…)

Nosotros vivimos de la Eucaristía y por eso no podemos vivir sin la Eucaristía 

en la celebración eucarística, los ojos del alma se dirigen al Triduo pascual: a lo que ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última Cena y después de ella. La institución de la Eucaristía, en efecto, anticipaba sacramentalmente los acontecimientos que tendrían lugar poco más tarde, a partir de la agonía en Getsemaní.(…)

La hora de nuestra redención. (…) 

Misterio de la fe! «. Cuando el sacerdote pronuncia o canta estas palabras, los presentes aclaman: » Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús! «. (…)

Este pensamiento nos lleva a sentimientos de gran asombro y gratitud. El acontecimiento pascual y la Eucaristía que lo actualiza a lo largo de los siglos tienen una » capacidad » verdaderamente enorme, en la que entra toda la historia como destinataria de la gracia de la redención. Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística. (…)

La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. (…)

Y el párrafo central, en el que me quería centrar:

Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente.

Desde la primera vez que leí estas palabras me quedé sorprendido: viene a decir que Jesús no hubiera muerto en la cruz y resucitado, sin dejarnos cómo participar, vivir, beneficiarnos de esa muerte y resurrección suyas. Sin darnos el modo de vivirla, en todo el mundo, a lo largo de todo el tiempo hasta el fin del mundo.

Ya no importa si no vivimos en Jerusalén en el siglo I, todos somos contemporáneos del Triduo Pascual.

¿Qué pasó el Jueves Santo en la Última Cena?

Trataré de explicarlo de un modo sencillo.

Jesús se entrega del todo: va a dar su vida. Consuma su entrega hasta el fondo, sin límites hasta la muerte: le pegan hasta morir, le dejan colgando de clavos para que se desangre, para que se asfixie, hasta que su corazón se pare porque no puede soportar la vida de aquel cuerpo. Se entrega libremente, pero no para morir… sino para resucitar glorioso. Es el grano de trigo, que muriendo consigue nueva vida, no solo para sí, sino para todos los que se unan a Él, lo que se hagan una cosa con Él, participen de su vida.  

Antes se nos entregas en la Eucaristía para que tengamos ese sacrificio: para hacerlo nuestro, que nosotros podamos ofrecerlo a la Trinidad hasta el fin del mundo, para que nosotros pudiéramos sumar nuestra vida al mismo. Para quedarte con nosotros. Para ser nuestro alimento.

Dejame explicarlo con la imagen de un paquete. Supongamos que querés meter en un paquete todo lo que es importante para vos (personas, cosas, hechos…), concentrarlo ahí, que esté todo, que no falte nada… Sería la esencia mágica que lo contiene todo. Eso hace Dios. 

De alguna manera se “mete” en la Eucaristía (el paquete sería el pan y el vino): se mete todo Él, toda su persona, con sus divinidad y su humanidad: cuerpo y alma, divinidad. “Mete” también toda la historia: mete el Triduo Pascual; la eternidad y la temporalidad, se unen de modo misterioso. Hoy aquí, vivimos el ayer de la cruz. El espacio se esfuma: aquí, vivimos lo que pasó en Jerusalén. Vivimos aquí la gloria del cielo.

Todo “metido”, encerrado, en el pan y el vino. Contenido ahí. Encierra todo el amor de Dios: por eso, también nos da el mandamiento nuevo, no cabía mejor contexto para proclamarlo: amar como Yo los estoy amando… Y nos da la fuerza para vivirlo, que sale de la Eucaristía.

Y además, nos das el sacerdocio, para quedarte en nosotros. Para impersonarte en nosotros. Una especie de eucaristización de nuestro ser. 

La Eucaristía contiene, asume, encierra todo el fruto de la redención. Jesús mismo y su pasión, muerte y resurrección. Jesús se metió y metió todo lo vivido en las especies de pan y vino. En tan poco espacio hay tanto, está todo. Concentrado. Vivo. Actual. Operativo. Está Él y lo vivido por Él, y los frutos de salvación. Y el sistema para transformar nuestra vida, para hacerla trascendente, eterna, divina. Engloba todo lo que Jesús hizo por nosotros, todo lo que necesitamos. Invento divino 

Y la locura del sacerdocio, que surge como condición de la Eucaristía, para hacerla posible. Canal de su realización. Cierta «encarnación» de Jesús en el sacerdote, vive en nosotros para actuar desde nosotros. Involucrado en este darse de Jesús por y para la salvación de las almas.

Qué impresionante la locura del Jueves santo. 

Estos días de Semana Santa nos deberíamos morir de amor. Derretirse ante el amor de Dios. Al contacto, a la contemplación de tanto amor… nuestro corazón debería reaccionar, volverse loco.

Se lo pedimos a la Virgen. Que nos enteremos. Que nos volvemos locos de amor, con la misma locura del amor de Jesús.

¡¡¡Muy felices Pascuas de Resurrección para todos!!!

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